Catalina Fara
Un horizonte vertical. Paisaje urbano de Buenos Aires (1910-1936)
Buenos Aires, Ampersand, Colección Caleidoscópica, 2020, 272 páginas, ISBN 9789874161352
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> autores
Silvia Alicia Dócola
Arquitecta por la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Doctora en Arquitectura y Urbanismo por la Universidad Nacional de La Plata. Investigadora Independiente de la Carrera del Investigador Científico (UNR). Profesora Titular Historia de la Arquitectura I, II y III (FAPyD. UNR). Sus temas de investigación se concentran en el siglo XIX trabajando diferentes escalas: arquitectónica, urbana y territorial en relación con las imágenes.
Ines Yujnovsky
Doctora en Historia por el Colegio de México. Sus temas de investigación se refieren a exploraciones y fotografías en América Latina. Ha editado el libro “Cómo llegué a la Argentina”, Centro DIHA, 2018. Obtuvo la beca Richard Greenleaf de investigación en la Universidad de Tulane, Nueva Orleans. Integra el Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas (LICH) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
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Dócola, Silvia e Inés Yujnovsky, » Catalina, Fara; Un horizonte vertical. Paisaje urbano de Buenos Aires (1910-1936), Ampersand, Colección Caleidoscópica, 2020, 272 páginas, ISBN 9789874161352, en caiana. Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA) n° 17 | segundo semestre 2020, pp. 204- 206.
Un horizonte vertical asume el desafío de analizar la cultura visual en torno a la Ciudad de Buenos Aires entre 1910 y 1936. Si bien es un tema transitado, Catalina Fara logra articular los estudios vigentes con una nueva mirada complementaria y superadora. Es un libro atractivo para aquellas personas interesadas en el fenómeno visual de la ciudad moderna, aquí van a encontrar una visión de conjunto, original, que incluye diversos acercamientos teóricos con el propio análisis de un vasto conjunto de imágenes. También es para un público más amplio ya que logra transmitir una atmósfera de época que nos permite vivenciar cómo Buenos Aires se fue transformando en una gran metrópoli. Una ciudad protagonizada por construcciones y materiales, amante de la altura, la velocidad y la aceleración. Con una traza adaptada para la circulación y los paseos junto a una superposición de planos e imágenes. Cosmopolita, atenta al mundo y abierta a la llegada de habitantes y viajeros. Ciudadanos deseosos de novedades. El paisaje urbano se articula con nuevas formas de mirar, que tuvieron un efecto polifónico en las formas narrativas y visuales. El observador moderno, dice la autora, era aquel capaz de recorrer la ciudad uniendo los retazos y las impresiones instantáneas; se trató del encanto del fragmento (p. 23).
Una de las perspectivas centrales que han abordado la ciudad ha sido desde la historia de la arquitectura y el urbanismo. Por su parte, la Sociología de la cultura aporta referentes ineludibles con George Simmel[1] y Walter Benjamin,[2] a quienes se suman los trabajos acerca de la experiencia urbana como los de David Frisby.[3] Desde la historia James Scobie[4] propuso la idea del centro a los barrios para comprender el proceso de crecimiento de la ciudad. A su vez, Adrian Gorelik[5] ha desarrollado la relación entre cultura y política para comprender redes de significación. En los últimos años los estudios sobre publicaciones periódicas como las de Szir[6] y Gené[7] han ampliado esas configuraciones de sentido, las prácticas de producción, circulación y usos. Con estos marcos presentes, el trabajo de Fara se acerca a los estudios visuales, como los de W.J.T. Mitchell,[8] lo que la impulsa a reconstruir una atmósfera visual y vivencial de la ciudad. El libro demuestra que las imágenes no son un reflejo del paisaje urbano, sino que tienen el poder de generar nuevos modos de comprender y pensar la ciudad. El paisaje urbano es un modo de ver a través del cual nos representamos a nosotros mismos, forma una percepción particular del entorno que relaciona la propia historia con otras prácticas culturales y genera una experiencia del espacio en la que el sujeto recorta su lugar en el mundo (p. 20). Una de las cuestiones más atrayentes del libro es que no quedan conceptos borrosos. La autora se ocupa de desambiguar las nociones que le son operativas. Así metrópolis, flâneur, ruinenlust, paisaje, por nombrar algunas, constituyen una especie de glosario que acompaña la narrativa.
El trabajo explora imágenes, sus contextos de producción y circulación mostrando tensiones entre el espacio, el tiempo y sus relatos. El abordaje y la metodología de un conjunto diverso de imágenes es un gran acierto de la investigación de Fara. El corpus documental es heterogéneo y amplísimo lo que le permite analizar la cultura visual de este período en su complejidad. No se ciñe a autores consagrados o imágenes destacadas, sino que abarca pinturas, fotografías, postales, publicidades, afiches callejeros, planos y revistas especializadas de arquitectura; periódicos, revistas, guías de viajes, catálogos de muestras y memorias. Asimismo, estudia diversas materialidades como soportes de cuadros, carteles, etc. La autora recurre a lo cuantitativo, analiza la cantidad de obras y de qué tipo se expusieron en los diversos salones. En el libro se reproducen unas 50 imágenes, pero su análisis relevó más de 5000 que seleccionó de unos 2700 ejemplares de más de 10 periódicos diferentes. Recurre a la georreferenciación de los espacios pintados o fotografiados. Con un conjunto de unos 15 artistas construye una especie de cartografía visual de Buenos Aires. Catalina Fara trabaja en clave proyectual. Las imágenes tienen la fuerza para construir lo que proponen, representan y también prefiguran la ciudad.
En el marco del estudio de la cultura visual el libro no pierde la perspectiva de los sujetos, ellos están ahí, los que producen, consumen y vuelven a reproducir esas imágenes, a veces con nombre propio y de personalidades destacadas como Borges, Quinquela, Coppola o Prebisch, otros tácitos como el autor anónimo de una fotografía publicada en una revista ilustrada. El libro teje además relaciones entre sujetos, instituciones, espacios alternativos en una compleja articulación en ese cuarto de siglo. La autora propone, a lo largo de los capítulos, pares dialécticos sobre los que trabaja: río / pampa, horizontal / vertical, campo / ciudad, pasado / futuro, tradición / modernidad, centro / bordes, construcción / destrucción, metrópolis / capital, nacionalismo / cosmopolitismo, entre otras.
Comienza con las imágenes que ven la ciudad desde el río a fines del siglo XVIII. La tradición visual permite comprender el contraste con la ciudad moderna y además reaparecerán ya que fueron usadas en apropiaciones posteriores. En el capítulo 2, Fara se pregunta qué tiempo construyen las imágenes. Es necesario subrayar la importancia del abordajede este tema que no suele ser planteado en las investigaciones. Nuestra percepción del tiempo nos constituye como personas y como sociedad por lo que es fundamental articular las representaciones del espacio con la temporalidad. La autora analiza una tensión entre construcción y destrucción. La metrópoli creció en altura al ritmo que demolía la ciudad colonial. La alabanza al progreso se articulaba con una nostalgia por el pasado, simbolizado en las imágenes de las ruinas urbanas. Las imágenes ayudaron a asimilar y habitar un espacio en permanente cambio. En la medida en que Buenos Aires se alteraba frente a los ojos de sus habitantes las imágenes visuales y literarias sobre ella fueron entendidas como la condensación material y simbólica del cambio. Analiza luego contrastes en otro sentido del tiempo: en el pasado la noche era la oscuridad, lo oculto y lo peligroso, con posterioridad las luces (marquesinas, vidrieras, iluminaciones) se constituyen en una metáfora de la vida moderna.
Fara desarrolla la sugerente figura del flâneur, un hombre solo en la multitud, frente a la del productor de imágenes fijas. No sólo transita Buenos Aires, sino que produce lecturas contrapuestas entre el centro y los barrios. En contraposición la figura de aquel que vagabundea es un sujeto que permite darse a nuevas experiencias de tiempo y espacio. Plantea el aporte de las imágenes en las revistas ilustradas para formar consumidores y para generar diferentes estilos de vida. Las imágenes no sólo proyectan a Buenos Aires sino también a sus habitantes como sujetos metropolitanos.
En el capítulo 4, va del centro a los barrios, como ella sostiene, y viceversa. Define las tensiones entre el centro y los suburbios en las cuales las operaciones arquitectónicas y urbanísticas consolidan el carácter metropolitano. Frente a la unidad planteada en el capítulo uno, aquí Buenos Aires aparece leído en su heterogeneidad: la autora interpreta al barrio como reducto bohemio y al suburbio como espacio de lo moderno, también da cuenta de las persistencias del pasado y la filtración de la naturaleza en los bordes.
El capítulo 5 desarrolla cómo se instala un canon en el Salón de Bellas Artes de Buenos Aires y la formación de las galerías de arte como red. La autora rastrea las presencias y ausencias, tanto de autores como de temas urbanos. El libro cierra con las publicaciones de los festejos del 4to Centenario de la Fundación de Buenos Aires.
La autora define pares dialécticos que implican luchas de poder, construcciones hegemónicas del canon frente a las cuales algunos se oponen organizada o solitariamente. Una ciudad horizontal, de mar y pampa se contrapone la metrópoli en su verticalidad del centro y en la horizontalidad de sus bordes expandidos. La ciudad unitaria y homogénea del capítulo 1 contrasta con la urbe fragmentada, plural, espacio de flujos y movimientos. En la hermosa elección del título se condensa la tensión: la vertical (y su connotación en términos de progreso, de apuesta a la vanguardia) gana la batalla a la horizontal. Se genera la idea de horizonte y como tal, inalcanzable. La imagen elegida para la tapa apuesta al movimiento, la altura, la construcción. Para apostar a ese horizonte vertical se necesita de la demolición, siguiendo a Benjamin,[9] no por amor a las ruinas, sino por amor al camino que las atraviesa.
Notas.
[1] George Simmel, «La metrópolis y la vida mental», en Bifurcaciones, Santiago de Chile, N° 4, 2005.
[2] Walter Benjamin, París capital del siglo XX, México, Medero, 1971.
[3] David Frisby, Fragmentos de la modernidad. Teorías de la modernidad en la obra de Simmel, Kracauer y Benjamín, Madrid, Visor Distribuciones, 1992.
[4] James Scobie, Buenos Aires del centro a los barrios (1870-1910), Buenos Aires, Solar-Hachette, 1977.
[5] Adrián Gorelik, La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936. Bernal, UNQ, 2010.
[6] Sandra Szir, (coord.) Ilustrar e imprimir.Una historia de la cultura gráfica en Buenos Aires, Buenos Aires, Ampersand, 2017.
[7] Marcela Gené (comps.), Impresiones porteñas. Imagen y palabra en la historia cultural de Buenos Aires. Buenos Aires, Edhasa, 2009.
[8] W. J. T. Mitchell, Teoría de la imagen. Ensayos sobre representación verbal y visual. Madrid, Akal, 2009
[9] Walter Benjamin, “El carácter destructivo”, Discursos Interrumpidos I, Buenos Aires, Taurus, 1989, pp. 157-161.