Michele Greet y Gina McDaniel Tarver
Art Museums of Latin America. Structuring Representation
London y New York, Routledge, 273 páginas. ISBN: 978-1138712591
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> autores
Agustin Díez Fischer
Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Buenos Aires y Licenciado en Relaciones Internacionales en la Universidad Católica Argentina, Diez Fischer se ha centrado en el estudio de problemas de arte latinoamericano contemporáneo. Ha coordinado la realización del catálogo de la colección del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires y participado de proyectos de investigación en la Argentina y el extranjero. Actualmente se desempeña como docente en la cátedra Historia del Arte Americano II en la Licenciatura en Artes (UBA) y director del Centro de Estudios Espigas.
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Agustín Diez Fischer; “Michele Greet y McDaniel Tarver, Gina (2018) Art Museums of Latin America. Structuring Representation, London y New York, Routledge, 273 páginas. ISBN: 978-1138712591”. En caiana. Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA). No 13 | Segundo semestre 2018, pp. 105-107.
Hay una historia de la museología en América Latina que se extiende más allá de los discursos en torno a la fragilidad institucional y la –real– falta de apoyo gubernamental a políticas culturales. Esa historia, que permite explorar las singularidades de los museos en la región, es la que se aborda en Art Museums of Latin America, publicación editada por Michele Greet y Gina McDaniel Tarver. El libro surge de la mesa “Negotiationg Identity: The Art Museums in Latin America” que tuvo lugar en el congreso de la Latin American Studies Association en San Juan, Puerto Rico, en mayo de 2015.
A partir de allí, se compilaron diecisiete textos y sesenta y una imágenes que abarcan análisis de casos de ocho países latinoamericanos y de representaciones latino/chicanas en los Estados Unidos. Esta variedad de objetos de análisis se articula muy bien con trabajos que plantean perspectivas críticas que surgen de estudios históricos basados, en la mayoría de los casos, en extensos estudios de archivo. Las editoras organizan la compilación a partir de cinco capítulos que exitosamente resumen los ejes conductores: los museos de arte y las políticas de Estado, los museos de arte y la construcción de la modernidad, las dinámicas locales de la internacionalización, perspectivas regionales y nacionales desde los Estados Unidos y un último apartado bajo el título “Reimaginando el museo”.
A su vez, Greet y McDaniel Tarver presentan una introducción que explicita cada uno de los tres parámetros sobre los que se funda la publicación –y las complejidades que éstos suponen–. Estos fundamentos son: la noción de América Latina como constructo geopolítico, una definición de arte desde una perspectiva occidental y la elección de un abordaje histórico, antes que teórico o administrativo, sobre los casos estudiados. Allí también las editoras plantean la necesidad de que este libro permita en el futuro la elaboración de estudios comparados entre diversos países. Ese abordaje se limita en esta compilación a los trabajos de Carla Pinochet Cobos sobre el Museo del Barro en Paraguay y el Micromuseo de Perú y a la mención que realiza el investigador James Oles al indagar sobre la posibilidad de pensar el Museo Tamayo en el horizonte de otros proyectos iniciados por artistas –como el caso de Jesús Soto en Venezuela o Fernando Botero en Colombia.
Si bien la perspectiva comparada no se extiende en todos los artículos, el libro permite al lector tejer la relación entre procesos análogos –en algunos casos simultáneos– en diversos países. Uno de ellos es el rol de las iniciativas privadas en proyectos de institucionalización museal. Desde el trabajo de María Isabel Baldasarre sobre el inicio del Museo Nacional de Bellas Artes en Argentina hasta los análisis de la colección Jumex por Lassla Esquivel Durand o la Bienal de San Pablo por Isobel Whitelegg, es posible matizar el repetido postulado de la falta de apoyo privado a la cultura en América Latina a través del estudio específico de casos que se remontan hasta el siglo XIX.
También el libro da cuenta claramente de la multiplicidad de formas que tomó la relación entre los museos y el Estado. Este aspecto permite trazar un mapa diverso donde se incluyen desde el proyecto para el Museo Nacional de Bellas Artes de Nemesio Antúnez durante el gobierno de la Unidad Popular –analizado por Amalia Cross– hasta el relato expositivo en el Museo de Artes Plásticas de México abordado por Ana Garduño. A su vez, en este último trabajo y específicamente en los estudios de Ingrid Elliott sobre el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba y de Georgina Cebey sobre el Museo de Arte Moderno de México, la arquitectura museal se convierte en un verdadero campo de batalla para pensar los modelos de representación de proyectos políticos más amplios, signados por gobiernos democráticos, dictaduras y revoluciones.
La complejidad de las relaciones entre los museos y el Estado no sólo son un ámbito fructífero para el análisis comparativo entre países latinoamericanos, sino que aportan una estrategia para abordar de otro modo la museología en Estados Unidos y Europa. También se hace evidente –por ejemplo, en el modo en que Whitelegg reelabora la noción de exhibitionary complex del sociólogo Tony Bennett– cómo incluso las conceptualizaciones teóricas elaboradas por la academia americana y europea deben reconfigurar sus significados a partir de las particularidades de los casos locales. América Latina es un espacio desde el cual se pueden formular de otra manera las características de institucionalidad e incluso el modo en que definimos “museo”. Ese es el campo de exploración que abren proyectos como Micromuseo en Perú, el Museo de Arte Moderno Americano en México –abordado por Harper Montgomery– o el museo de copias que Mario Pedrosa propone para Brasilia, analizado por Natalia Quinderé a partir de un estudio en paralelo con el museo imaginario de André Malraux.
Si la museología en los últimos años ha dado un lugar principal al análisis de los vínculos entre industria cultural y turismo, también los casos abordados posibilitan reformular esa relación en los países latinoamericanos. Los textos plantean un panorama muy diverso entre los distintos contextos y evidencian las limitaciones de abordar las instituciones locales dentro de marcos interpretativos que se aplican a fenómenos completamente diferentes como el Guggenheim de Bilbao o el MoMA de Nueva York.
Los vínculos entre las escenas se hacen explícitos también en los análisis de la red de intereses que se articularon en torno a los proyectos museísticos en la segunda posguerra. En este contexto, los estudios de Nadia Moreno Moya sobre el Museo de Arte Moderno de Bogotá e Isabel Cristina Ramírez Botero sobre los museos de arte moderno en Barranquilla y Cartagena evidencian las negociaciones y tensiones entre los intereses locales y los proyectos regionales. Es interesante notar cómo las nuevas investigaciones están transformando el modo en que la historiografía ha abordado estos casos, específicamente, ambas autoras matizan el protagonismo dado a la crítica argentina Marta Traba en estos proyectos, recuperando el peso de los actores locales en estas iniciativas.
Otro de los aspectos que articulan comparaciones entre las escenas estaría dado por el rol histórico de encuentros profesionales y sus consecuencias en el panorama museal. En el libro, se analizan la mesa redonda del ICOM en Santiago de Chile en 1972 y el encuentro en Austin, Texas, en 1975. Indagar sobre esos eventos y los debates que se generaron abre un gran campo de análisis comparativo. Esas relaciones también resultan fructíferas cuando se investiga el vínculo entre la instauración de museos y la conformación de colecciones con la transformación del ámbito académico dedicado a los estudios sobre América Latina, como es el caso del capítulo que Florencia Bazzano dedica al museo universitario de la Universidad de Texas.
Finalmente, el libro aborda representaciones de arte latinoamericano en los Estados Unidos como son el Museo del Barrio y el Cuban Museum de Miami. Si bien incorporar en trabajos sobre América Latina textos que realicen estudios sobre los latinos y chicanos en Estados Unidos no es una perspectiva nueva, es significativo analizar los debates y polémicas que generaron en el contexto más amplio del arte latinoamericano. Esta productividad posibilita indagar también sobre los puntos de contacto entre horizontes institucionales tan diversos como son aquellos de América Latina y los Estados Unidos.
Sin duda, esta compilación abre un extenso panorama de análisis. Al llamado a extender los estudios comparados podría sumarse también la necesidad de explorar con más detalle otras áreas dentro de los museos. Es necesario visibilizar la historia de los departamentos de restauro, las políticas de investigación de colección y los programas educativos. Así también, resulta evidente la necesidad de reconstruir la historia de los archivos institucionales, aspecto abordado por Aleca Le Blanc en un trabajo articulado en torno al incendio del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro que cobra una triste actualidad ante los hechos recientes. Art Museums of Latin America es sin duda una compilación que abre un panorama de trabajo que permitirá no sólo conocer más sobre los procesos locales sino también, como lo plantean los editores, reformular el rol de la institucionalidad regional en el contexto de los estudios museológicos globales.