Verónica Tell
El lado visible. Fotografía y progreso en la Argentina a fines del siglo XIX
Colección Artes, Serie Tramas, Buenos Aires, UNSAM, 2017, 332 pp. ISBN: 978-987-4027-47-4.
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> autores
Ricardo Watson
Historiador (UBA). Director fundador de Eternautas, compañía que desarrolla proyectos culturales, editoriales, audiovisuales y educativos desde 1999. Reseñó libros para el suplemento Radar (Página 12) y es co autor de Buenos Aires tiene Historia (2008), Marriott Plaza Hotel: los primeros cien años (2009), Buenos Aires de Fiesta (2010) y Libro de Huéspedes. 100 años del Viejo Hotel Ostende (2013).
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Ricardo Watson ; «El lado visible. Fotografía y progreso en la Argentina a fines del siglo XIX, 2017, 332 pp. ISBN: 978-987-4027-47-4». En Caiana. Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA). N° 12 | Año 2018 en línea desde el 4 julio 2012.
En nuestro país, a lo largo de los últimos dos decenios, la imagen fotográfica emergió del archivo con la intención de trascender su faceta de constituir una mera ilustración para desplegar una vertiente histórico-cultural. Publicaciones con reproducciones muy bien restauradas, escoltadas por textos que se preguntaban sobre la relación entre la fotografía y el espacio público, sobre los modos de ver y entender a una ciudad a partir del material fotográfico producido en cada época, vieron la luz junto con artículos y libros académicos donde germinaron preguntas sobre las relaciones de la fotografía con el urbanismo, el arte, la moda, la literatura, la industria y el comercio. Se examinó la evolución de las técnicas de representación, de sus soportes y las posibilidades de reproducción, inserción y circulación de las imágenes; los comitentes y mercados. La edición de catálogos dedicados a un autor específico o a colecciones desempolvadas de alguna repartición estatal olvidada vino acompañada de sugerentes ensayos. Diversos especialistas comenzaron a valerse del material fotográfico para plantear la conformación o transformación de un paisaje urbano, especialmente el de la ciudad de Buenos Aires (pero no solo ese). Finalmente, el renovado interés por el material de archivo acabó por traducirse en suvenires turísticos, en la razón de ser de varios grupos que se multiplican por las redes sociales y hasta en un recurso estético empleado en la decoración de bares y restaurantes. Toparse hoy con un libro de fotografías históricas o con versiones digitales de fotografías antiguas ya no es ninguna rareza.
Toda imagen es una figuración que debe ser interrogada y contextualizada, y los historiadores, entre muchos otros, debemos celebrar la aparición de este espléndido trabajo de Verónica Tell, de título tan sugerente como perspicaz, que entrecruza varios de los asuntos mencionados más arriba. Porque al “eludir la contundencia de la representación” de lo real que proponen las imágenes y “articular una mirada crítica que devele los sentidos construidos, que en estas imágenes se esconden bajo la apariencia de lo dado”, Verónica Tell vuelve visible lo invisible. Revela.
La investigación hace foco en un momento crucial del desarrollo argentino: las últimas tres décadas del siglo XIX. Al indagar en las imágenes producidas en aquel tiempo lo que surge con fuerza es la complejidad de una práctica que termina siendo parte constitutiva (y no ilustrativa) de un proceso histórico puntual e intrincado: el de confirmar y conformar eficazmente una imagen de país adecuada para ciertos propósitos relativamente definidos. El primero de ellos, el de constituir una nación moderna y civilizada, escenario de un relato de continuo progreso en el que los conflictos intestinos han llegado a su fin gracias a la paz y la libertad finalmente conquistadas. La fotografía se erige entonces como constructora de una narración de esa modernidad periférica a la que ingresaba el país, con sus marchas y contramarchas, pero imparable e incontestable.
Desde su misma aparición el dispositivo fotográfico se fue certificando como un instrumento de documentación, pero especialmente de validación de lo representado. Pero la labor del fotógrafo no constituye una excepción al sospechoso vínculo existente entre arte y verdad. El lado visible es, ante todo, un recorrido por los recortes, fragmentos y jerarquizaciones de la realidad elaborados por fotógrafos profesionales y aficionados a partir de criterios que fueron personales, ideológicos, estéticos, culturales, económicos o institucionales, pero insoslayables del proyecto político e institucional desde el que se pensó a la nación en la segunda mitad del siglo XIX.
Epítome de “lo nuevo” por sus atributos técnicos en permanente mutación (cámaras, lentes, prensas de impresión), la fotografía fue afirmándose cada vez más como representación visual por excelencia de la modernización. El registro –instrumental, utilitario, ineludible– resultaba entonces una prueba axiomática de que ese proceso era una realidad palpable. Las instituciones del naciente Estado y no pocos particulares actuaron en diversos ámbitos en interés de ese imaginario de nación y sociedad propuestos: los pabellones de exposiciones nacionales o universales en las que el nuevo país se mostraba al concierto internacional; los álbumes de vistas dando cuenta de los cambios comercializados por un número creciente de fotógrafos; la incesante documentación de cada faceta del trabajo emprendida en obras públicas y de infraestructura a lo largo y lo ancho del país, que funcionaba como una suerte de memoria. No se le escapan a la autora el rol de la escalada iconográfica que sacudió a la prensa periódica y al mundo de la publicidad; el servicio que prestó el retrato al discurso y la propaganda política del período en tanto herramienta de comunicación fácilmente reproducible o las tensiones y encuentros que la emergencia de la fotografía supuso en relación con otras formas de representación visual, como la ilustración o el arte pictórico.
Pleno de sugerentes hipótesis, El lado visible permanentemente cuestiona e interpela al lector sobre los modos de ver, rechazando la transparencia de toda representación, analizando todo lo que tiene de construcción y los nuevos significados que produce como instrumento cultural.[1] En el primer capítulo, por ejemplo, la mirada de Tell se interroga por los fotógrafos que participaron de la Campaña al Desierto de 1879, tan preocupados por dejar en su registro huellas referenciales de su persona y de sus instrumentos de trabajo. Antes que un descuido que rompe la transparencia de la representación, la autora conjetura que la intención evidente fue dejar claro que el arribo de la técnica supone la fase inaugural de la civilización. En el tercer capítulo, consagrado al registro de los cambios y progreso acelerados que vivían los espacios urbanos y rurales a medida que transcurría el fin de siglo, la investigación tiene en cuenta todo aquello que las imágenes ocultaban con su sola existencia: los barrios marginales y los tipos populares (contracara del pregonado progreso) en favor de los cambios de carácter positivo que se daban en la infraestructura urbana (lo sólido, lo nuevo, lo pujante); las novedades en materia de medios de comunicación (ferrocarril, telégrafo, zonas portuarias) y, en fin, todo aquello que confirmase una imagen favorable y moderna de la ciudad y la nación ante el mundo.
El recorte temporal que cubre este “registro del progreso” se desmarca de cualquier fecha anclada en la historiografía política y crea su propia periodización: el tiempo transcurrido entre las exposiciones Nacional de Córdoba de 1871 y Continental de Buenos Aires de 1898. Cada una de ellas fue un evento destacado para la circulación, repercusión y legitimación de las imágenes fotográficas en relación con otras formas de representación visual, pero ambas también constituyen un punto de inflexión en la metodología de la práctica y sus carriles de difusión.
Verónica Tell trastoca así a la historiografía local al sacar a la fotografía de ese lugar indicial, de prueba de lo que ya se investigó por otros medios, de sostén documental para cotejar un hecho ya demostrado. En su riguroso texto la imagen se vuelve permeable a interpretaciones, usos y posibilidades. Como un scanner implacable, adoptando una perspectiva transdisciplinar en la que confluyen la historia, la semiótica, la psicología, la filosofía de la imagen y la sociología, el análisis sobre cada una de las fotografías y fotomontajes que urden el desarrollo de cada capítulo resulta admirable, revelando capas y más capas de lecturas y posibles significados. El lado visible se inscribe, entonces, como una gran historia de la fotografía argentina de la segunda mitad del siglo XIX. Y si tenemos en cuenta el escaso bagaje metodológico con el que cuenta un historiador a la hora de leer una imagen/texto, las secuelas epistemológicas de este trabajo deberían ser considerables.
Notas
[1] Una cuestión cuya vigencia en la actualidad sigue siendo crucial, considerando el comportamiento de los medios de comunicación y redes sociales.