Adrián Gorelik y Fernanda Arêas Peixoto (comps.)

Ciudades sudamericanas como arenas culturales. Artes y medios, barrios de élite y villas miseria, intelectuales y urbanistas: cómo ciudad y cultura se activan mutuamente

Buenos Aires, Siglo XXI, 2016, 466 páginas.

Compartir

> autores

Ana Sánchez Trolliet

Icono Correo electrónico, sobre, mail, mensaje en User Interface absanchezt@gmail.com

Doctora en Ciencias Sociales (UBA), Magíster en Historia y Cultura de la Arquitectura y la Ciudad (UTDT) y Licenciada en Sociología (UBA). Actualmente es becaria posdoctoral de CONICET con lugar de trabajo en el Instituto de Investigaciones en Historia, Teoría y Praxis de la Arquitectura y la Ciudad (FAU, UNLP). Sus intereses de investigación se centran en la historia cultural urbana, las juventudes y la música popular. Ha publicado artículos en reconocidas revistas internacionales y nacionales (Urban History, Anales del IAA y Registros), ha sido becada por el Servicio de Cooperación Cultural de la Embajada de Francia, el Fondo Nacional de las Artes y el Servicio Alemán de Intercambio Académico.





Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

> como citar este artículo

Ana Sánchez Trolliet ; «Ciudades sudamericanas como arenas culturales. Artes y medios, barrios de élite y villas miseria, intelectuales y urbanistas: cómo ciudad y cultura se activan mutuamente». En Caiana. Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA). N° 9 | Año 2016 en línea desde el 4 julio 2012.

Compilado por el historiador y arquitecto Adrián Gorelik y la antropóloga brasilera Fernanda Arêas Peixoto, Ciudades sudamericanas como arenas culturales, es el fruto de un proceso de investigación colectivo que reunió a veinticinco académicos de distintas disciplinas con el fin de interrogar a las ciudades de América del Sur en el último siglo como “arenas de cultura”, es decir como “lugar de germinación, de experimentación y combate cultural” (p. 11). Esta figura que da nombre al libro y que es recuperada en los distintos episodios urbanos que allí se recorren, fue tomada del historiador norteamericano Richard Morse quien en un célebre texto de 1982 (“Ciudades ‘periféricas’ como arenas culturales”) revitalizó la perspectiva cultural como vía de entrada para abordar los fenómenos urbanos. Esta referencia, si bien se desmarca del optimismo con el que Morse interpretó a las potencialidades de las “periféricas” ciudades latinoamericanas en la cultura moderna, se convierte en un homenaje a su proyecto y, al mismo tiempo, en una llamada a incluir una perspectiva urbana en la historia cultural. Asimismo, Arenas culturales reafirma el trabajo que sus compiladores vienen desarrollando en su extensa trayectoria y traza un recorrido intelectual más amplio que sitúa a sus escritos en la senda de una serie de investigaciones que se desmarcaron de las propuestas planificadoras y del funcionalismo sociológico predominante entre las décadas de 1960 y 1970 y que, en su lugar, expandieron las posibilidades interpretativas de la noción de espacio público para pensar el árido y movedizo terreno en el que la ciudad y su cultura construyen sus cimientos.

Escrito por antropólogos, arquitectos, críticos literarios, historiadores, filósofos y sociólogos, este libro se presenta como una Babel de lenguas. Sin embargo, esta imagen de la ciudad bíblica antes que un obstáculo es condición para la cabal comprensión de la experiencia metropolitana como una “calle de dos direcciones” (p. 12) donde se vuelven visibles las formas en que las ciudades y su cultura se activan mutuamente. Los textos que componen Arenas Culturales tienen el común denominador de ofrecerse ágiles y fluidos a la lectura y enfatizan en la productividad del ensayo como estilo de interpretación legítimo de la cultura metropolitana. Por otra parte, cada uno de ellos se propone como una instantánea urbana en la que se experimentan distintos enfoques analíticos que funcionan, además, como originales modelos para investigaciones futuras. En sus variados estilos, cada uno de estos trabajos vuelve evidente que la clave cultural para comprender la experiencia urbana rinde sus frutos sólo cuando se la interpreta a la luz de las transformaciones materiales y del modo en que se enhebran con las tramas de la vida política, económica y social.

Los trabajos están atravesados por el común interés de comprender cómo estas ciudades se relacionaron con las dinámicas de la modernidad y lo moderno. Estos términos, polisémicos y evanescentes, configuran la principal clave de interpretación acerca del modo en que las ciudades sudamericanas lidiaron con los “traumáticos” nacimientos de lo nuevo. En efecto, el libro ofrece distintas explicaciones acerca de las cambiantes expectativas y ansiedades generadas en torno a las aspiraciones de conexión con el mundo, a los distintos desarrollos urbanos y las búsquedas por contar con una producción artística sofisticada cuyos resultados no siempre coincidieron con un espacio público abierto e integrado. El libro traza un recorrido que muestra las contradicciones entre el anhelo de modernidad que signa a las ciudades sudamericanas desde fines del siglo XIX y las desencantadas constataciones de los límites de esos procesos de modernización a lo largo del siglo XX.

En las lecturas sobre la ciudad que estos ensayos proponen, opera una constante metonimia entre el espacio urbano y la sociedad que la habita. En este sentido, el libro permite comprender cómo en las expectativas puestas en los proyectos de reorganización urbana se contraponen las posiciones culturales cosmopolitas con las reacciones reivindicativas de lo local. Estos temas son tratados en distintos trabajos. Rezende de Carvalho estudia cómo una calle (la Rua Ouvidor) puede funcionar como estructura poética para pensar en la transición social y cultural entre el legado imperial y el nuevo destino liberal en Río de Janeiro.  Garcez Marins, en tanto, indaga en la consolidación de la Avenida Paulista y cómo su ecléctico lenguaje arquitectónico se presenta como una vía de exhibición y disputa entre las nuevas y viejas élites en la San Pablo de la Belle Époque. Arêas Peixoto y Araújo Bispo, por su parte, examinan la construcción de un edificio en altura como el rascacielos Martinelli que contribuye a la reflexión en torno al modo en que en los años treinta se reorganizan los centros de la cultura paulista y cómo en ellos se yuxtaponen imaginarios del apogeo y la decadencia urbana. Guerrero, en cambio, describe las desilusionadas constataciones sobre la tardía llegada de la modernización a Caracas en la década de 1950. Asimismo, la dialéctica entre las retóricas de lo auténtico y las reivindicaciones del pasado en contextos de constante cambio es tematizada en el ensayo de Caimari a propósito del lunfardo porteño como idioma legítimo de la cultura migratoria de entreguerras; en las interpretaciones sobre los reiterados traslados de la capital brasilera indagados por Lima, Rangel Vieira y Rubino; y también, en las exploraciones que propone Correia de Lira acerca del registro autobiográfico, la historia íntima y la sociología memorialista impulsada por Gilberto Freyre en la ciudad de Recife.

En tanto que la ciudad es también el escenario del conflicto, en otra serie de ensayos como los de Agüero, Mejía y Kingman Garcés se analizan las condiciones sociales y urbanas que hicieron posible ciclos de agitación liberal como las tensiones entre la Córdoba “claustral” y “liberal” que dio paso a la reforma universitaria de 1918, las violentas revueltas que en la Bogotá de 1948 generaron las condiciones para que la ciudad pueda ser reinventada nuevamente o los devenires del mundo popular andino de la ciudad de Quito.

Por otra parte, los circuitos culturales constituyen un eje central en estas arenas culturales puesto que a través de ellos resulta posible comprender no sólo los mapas intelectuales con los cuales las ciudades latinoamericanas son interpretadas (como muestra el trabajo de Myers para la Montevideo de las primeras décadas del siglo XX), sino también cómo el modo en que la sociabilidad cultural se inserta en el espacio urbano, contribuye en la consolidación de itinerarios de vanguardia, en la revalorización material de la ciudad y en la transformación simbólica de los espacios públicos. Así, artículos como los de Ansolabehere, Gorelik, Pontes y Cáceres, muestran escenarios de sociabilidad variados como el de Buenos Aires y su bohemia cultural que desde principios de 1900 consolidó un circuito que pervivió durante más de medio siglo en el centro administrativo y comercial de la ciudad, la escena teatral paulista en las décadas del cincuenta y sesenta que propuso formas disidentes de tránsito e imaginación cultural y la paradójica zona residencial de la izquierda intelectual en las áreas más acomodadas de Santiago de Chile durante la Unión Popular. Los textos de Aguilar y Wisnik indagan en el modo en que distintas propuestas de instituciones artísticas modificaron las formas de sociabilidad en barrios populares como el porteño Abasto o el paulista Bexiga.

Si bien los compiladores enfatizan que la vida cultural de América Latina tuvo su centro en la ciudad, las tensiones entre la naturaleza y el espacio urbano no dejan de estar presentes en este libro. En los trabajos de Vallejo, Espeche y O’Donnell, el bosque, el campo o la playa se hacen presentes para rastrear las distintas interpretaciones que la naturaleza adquiere en la dinámica urbana, ya sea como ejercicio de pedagogía civilizatoria, como es el caso del bosque en la ciudad de La Plata; como clave de lectura para comprender las condiciones del desarrollo en Montevideo; o bien, como una imagen de tarjeta postal cuya belleza natural expande socialmente las aspiraciones de los cariocas en torno al uso ostensible del tiempo libre. Asimismo, en los estudios de Ballent, Gorelik y Juaribe el interior rural emerge a partir del análisis sobre las distintas formas de intervención e interpretación que el habitar popular de las barriadas limeñas, las villas miseria porteñas y las favelas en Río de Janeiro tuvieron en tanto excrecencia urbana o como solución radical a la desigualdad urbana.

El libro devuelve una imagen de la cultura urbana sudamericana interesada por las más variadas manifestaciones culturales, desde las artes plásticas, pasando por la música, el cine, el teatro, la literatura, la arquitectura y los proyectos urbanísticos, el ensayo de interpretación urbana o las telenovelas mediáticas. Por esto, antes que ofrecer un modelo teórico unívoco y homogéneo, Arenas Culturales experimenta con múltiples modelos analíticos y, al hacerlo, inaugura una nueva agenda temática novedosa tanto para el campo de la historia cultural y urbana como también para el mapa más general de la historia sudamericana.