Breve semblanza de un Maestro: Héctor H. Schenone
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> autores
María Teresa Espantoso Rodríguez
Licenciada en Historia de las Artes por la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Docente e investigadora en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), se desempeña como Profesora Adjunta con dedicación exclusiva, a cargo de la asignatura Historia de las Artes Plásticas IV (siglos XVI y XVII en Europa), de la carrera de Artes. Como investigadora ha radicado sus investigaciones en el Instituto de Teoría e Historia del Arte “Julio E. Payró” (FFyL-UBA). Dirige y coordina grupos de investigación sobre Arte Público. Ha escrito artículos para revistas especializadas y congresos, y publicado en calidad de editora las actas de cuatro congresos que ha co-organizado.
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> como citar este artículo
Espantoso Rodríguez, Teresa; “Breve semblanza de un Maestro: Héctor H. Schenone”. En caiana. Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA). No 5 | 2do. semestre 2014. pp. 153-154.
La tarea no resultó sencilla pues a cada paso las posibilidades de enfoques se ampliaban. La riqueza de su actuación y producción a lo largo de sus 68 años de vida profesional fue enorme: docente e investigador de reconocida trayectoria, recibió premios en España y Argentina; así como títulos honoríficos tales como Académico de la Real Academia de San Fernando (Madrid, España), Academia Nacional de Ciencias (Bolivia), Academia de Historia y Geografía de México, Real Academia de la Historia (Madrid, España) Academia Nacional de la Historia (Puerto Rico), Academia boliviana de la Historia (La Paz, Bolivia), Academia Nacional de la Historia (Venezuela) y en Argentina, Académico de Número de la Academia Nacional e Bellas Artes y Academia Nacional de la Historia, entre otros muchos.
Profesor de Historia y de Dibujo y Pintura, becas y viajes de estudio completaron su formación, que compartió en infinidad de cursos y seminarios tanto en el país como en el extranjero.
Fue pionero y autoridad en el campo de la restauración y conservación del patrimonio artístico nacional, habiendo iniciado junto con Adolfo L. Ribera el proyecto respectivo llevado adelante en el ámbito de la Academia Nacional de Bellas Artes.
Fue consultor y jurado obligado a la hora de organizar exposiciones o decidir la elección de profesores en el ámbito de universidades nacionales en nuestro país.
Pero una de sus grandes pasiones fue la docencia. Se inició en 1952 en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires como profesor adjunto, habiendo ingresado en la Universidad en 1948 para ejercer el cargo de Secretario del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas de esa facultad.
Abrazó la docencia en distintos niveles: secundario, terciario y universitario. Según él mismo decía, esta amplia experiencia en distintos grados fue uno de los ingredientes que posibilitaron el dominio que tenía sobre el desarrollo de nuestra disciplina, ampliamente apoyada sobre su base histórica y completada por su formación práctica.
Su planteo disciplinar estuvo signado por el rigor científico de sus estudios históricos, la sensibilidad propia del quehacer artístico y una capacidad de observación singular que le permitió identificar, rastrear, relacionar y/o diferenciar temas, motivos y procederes de distintas culturas.
Se incorporó a la Facultad de Filosofía y Letras en el año 1966, época en que se formaba la carrera de Historia del Arte. Primero como profesor de la asignatura Historia de las Artes Plásticas IV (Barroco) y años más tarde de la enseñanza del arte americano durante el periodo colonial; habiendo dictado también la correspondiente al arte en el período antiguo.
A partir de 1977 asumió la dirección del Instituto de Historia del Arte “Julio E, Payró”, cargo que desempeñó hasta 2003, paralelamente a su actividad docente. Como director del instituto fomentó la investigación en jóvenes generaciones, encabezó proyectos de investigación en los que participaban investigadores noveles, sin otra preocupación y exigencia que la calidad académica.
Abierto a nuevos planteos y deseoso de apoyar a una juventud pujante que, por medio de becas y subsidios, surgía impetuosa, convirtió al Instituto Payró en el ámbito de reflexión y discusión que permitió los avances de la disciplina durante más de dos décadas.
Fomentó la libertad de pensamiento, la participación activa de investigadores, auxiliares y becarios tanto en la conducción democrática del Instituto como en la reflexión sobre los más variados temas a partir de ateneos periódicos. Las publicaciones del Instituto y la organización de encuentros académicos cada dos años, fueron fortaleciendo a éste como ámbito formador de una renovada mirada hacia la historia del arte en nuestro país.
Pero volvamos al docente. Sus clases fueron modelo de metodología de estudio. Más allá de su erudición en el desarrollo del tema abordado, era fascinante seguir su línea de pensamiento, dejarse llevar por un mundo de relaciones que podían abarcar desde la Prehistoria hasta el siglo XX, incitando a abrir nuestros horizontes mentales a una riqueza nunca antes vislumbrada.
Dinamismo, generosidad intelectual y una profunda pasión signaron sus clases, en las que con gran simplicidad explicaba los tópicos más complejos o lanzaba las preguntas disparadoras ¿porqué? ¿dónde? ¿de qué manera? ¿hacia dónde?…
Con un lenguaje sencillo, cotidiano y altamente expresivo hacía comparaciones entre líneas de desarrollo, formas, modos….. puestas en relación con identidades y mentalidades que les daban sentido. Relaciones entre épocas, espacios y culturas se sumaban a una aguda percepción y un profundo conocimiento de las obras, las que desmenuzaba tanto desde lo técnico como desde lo histórico, o lo iconográfico para llegar a un análisis iconológico. Transmitía la necesidad de comprender la producción artística como algo que trasciende la obra misma y a ésta como expresión de un momento histórico y de una mentalidad determinada.
El planteo de sus clases corría paralelo a su método como investigador basado en preguntarse el qué, el cómo y el porqué de un fenómeno. Así, la presencia de la porcelana china en territorio americano cobraba sentido a partir de los “caminos” de difusión que explicaban un rico intercambio comercial entre tierras lejanas. A partir de sus descripciones lograba la transmisión de sensaciones posibles frente a los efectos de los retablos de espejos de Santa Clara de Cuzco, con la creación de una atmósfera irreal por las vistas múltiples y fragmentos de vistas, sumadas a los efectos de la luz de un sinnúmero de velas reflejadas. De allí, incitaba a replantearse cómo debe entenderse o cómo debemos acercarnos al arte americano despojándonos de la visión eurocéntrica que, como decía, había aportado técnica e imágenes o procederes y representaciones, pero que fue elaborado por una cosmovisión y una mentalidad que generó un arte propio y singular.
…
En fin, Héctor Schenone nos enseñó a pensar, a preguntar, a analizar ….. a enseñar investigando y a investigar enseñando. Un Maestro singular.